martes, 23 de noviembre de 2010

OJOS DE CHOCOLATE

Hoy llegó puntual a la cita; como todos los años. Constante y silenciosa, sin que nadie la viera llegar, una sombra de blanco esplendor llegó a sentarse en la sala y, al igual que todos los años, dejó su pequeña calavera de amaranto con ojos de chocolate en el altar. Su blanco vestido que uso en la comunión, hacía juego con su sonrisa inocente así como su cara redonda y morena. Sigue igual que hace cuatro años, esa niña que conocí no ha cambiado nada. Se quitó la corona de claveles rojos y la dejó sobre mis manos.



-¿Este año no te esmeraste mucho verdad?- Dijo viendo con desdén la ofrenda, la cual sólo tenía dos velas, y tres flores de cempasúchil que me regalaron esa mañana; además de la calaverita que ella trajo- No me gusta este ambiente tan sombrío y lúgubre, me da miedo.

-Las cosas no han ido muy bien últimamente; pero en un momento lo arreglo, veras que bien quedara- Encendí mas velas que tenía guardadas en la cocina y lleve el papel picado.- Listo, un poco de color era lo que necesitaba, ahora sólo falta el incienso y poner un poco de…

-No te preocupes por eso, así está perfecto, me gusta.

-Sí pero sólo estas aquí unas horas y luego te vas, no es justo que te tenga así.

-¿Y por qué no pasas tiempo conmigo en lugar de arreglar la ofrenda?- Sus tiernos ojos me dejaron helado por un momento, sigue teniendo pinta de seis años, mas no es así su mentalidad. Me senté en el sofá , frente a ella

- Pero el próximo año lo hare mucho mejor

-¡Qué bueno que lo menciones!, porque no habrá próximo año, esta es mi última visita

-¿Qué? ¿Estas molesta? me distraje mucho estos días, por eso no termine el altar, lo siento.

-No es por eso tontuelo, son cuatro años, ¿recuerdas? Te lo había explicado en mi primera visita.

-No, no puedes irte, Te necesito por favor, No sabes lo solo que me siento, si tan solo tu estuvieras aquí las cosas estarían mucho mejor.

-Para ti tal vez, pero yo ya no pertenezco aquí. Debo continuar. Y no te pongas así, ya sabías que pasaría, solo que eres tan despistado que olvidaste que ya habían pasado los cuatro años

-Entonces yo me iré contigo

-Eso es imposible, no puedes, tendrías que esperar cuatro años, igual que yo- dijo mientras deshojaba lentamente un cempasúchil de la ofrenda

-No me importa esperar cuatro años, quiero ir contigo, sabes que haría lo que fuera por ti.

-Pero no lo haces por mi; lo haces por ti mismo, porque no quieres quedarte solo. Por favor, tu tienes oportunidades que yo nunca tendré, no las desperdicies en pensamientos tontos e inmaduros

-¿Inmaduro yo? Recuerda que soy mayor que tú por varios años

-Sí pero yo soy niña, y todos saben que las niñas somos más maduras que los hombres- No pude contradecir a esa cara tierna. Me acerqué a ella y la abracé con todas mis fuerzas, y sus fríos brazos entibiaron mi pecho, como nadie lo había hecho en mucho tiempo. Hasta que un golpeteo seco en la ventana me hizo reaccionar

-¡Es mi nahual! Eso significa que ya se acerca la hora

-No quiero dejarte, No te vayas por favor

-Ya casi es hora; debes comenzar, haz lo mismo que los otros años- y con ojos temblorosos abrí la ventana , abriendo paso a un ave de color verde esmeralda, que con sus largas plumas creó un viento que, lejos de ser frío y lúgubre, entibió el ambiente. Estuvo dando vueltas sobre nosotros hasta posarse en su hombro.

-Te extrañare mucho, no tienes idea

-Yo también lo hare, pensaré en ti. Tienes que comenzar por favor

Fui a la cocina por un cuchillo, tome la calaverita que ella trajo y le quité la envoltura de celofán.

-¿Algún día nos volveremos a ver cierto?

-Ignoro totalmente lo que pase luego de esto, pero sabes, eso lo hace aún más emocionante.

Tome el cuchillo y lo enterré primero en las palmas de mis manos; y luego en mi lengua. Coloqué las tres gotas de sangre sobre la calaverita de ojos de chocolate, dejando que la sangre cubriera la calva de la misma. Y de pronto la pequeña ave verde creció hasta convertirse en una impetuosa águila, del triple del tamaño de la niña, a quien tomó de los brazos y la elevó.

-Adios hermano; y gracias por todo. Tal vez, sólo tal vez, nos reencontremos cruzando la caverna.

-De nada, lo hare todo por ti, hermanita.

Mr. Hyden

No hay comentarios:

Publicar un comentario